Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887-1888 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 4 de mayo de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Castelar
Número y páginas del Diario de Sesiones: 109, 3098
Tema: Ley constitutiva del ejército

Bien decía yo, Sres. Diputados, al enunciar las primeras razones que expuse para oponerme a la proposición del Sr. Romero Robledo y para pedir a los Sres. Diputados de todas las fracciones de la Cámara, lo mismo de la mayoría que de las minorías, que se sirvieran no darle su voto de aprobación. Yo entendía que la proposición del Sr. Romero Robledo venía a colocarse en el lugar propio del acuerdo que los jefes de las minorías habían tomado con el Sr. Presidente de la Cámara, y me parecía a mí que por la solemnidad del acuerdo, por la formalidad del acto y por la importancia de las personas que en él intervinieron, no cabía modificación ninguna sino en la misma forma en que se adoptó el acuerdo y por las mimas personas que lo adoptaron. Y con esto hubiera yo terminado, a no haber sido porque el Sr. Romero Robledo, en uso de su derecho, extendió sus observaciones a las cuestiones militares, y me fue preciso contestarle, comprendiendo yo que lo que S.S. quería era llevar a efecto de este modo, con la proposición incidental hoy, y mañana quizá con otra, sus propósitos de obstrucción que bien claramente manifestó en días anteriores. Y en este sentido he hecho yo algunas otras indicaciones; que si no, me hubiera limitado solamente a decir que me parecía el asunto bastante poderoso para que la Cámara se sirviera negar su voto a la proposición del Sr. Romero Robledo, si es que S.S. en consideración a las personas que habían intervenido en el acto a que me he referido antes, no quería retirarla.

Entonces dije algunas palabras sobre lo que el Gobierno pensaba respecto a las reformas militares, y entonces expuse también algo que contraría la indicación que ha hecho esta tarde con su elocuencia de costumbre el Sr. Castelar. Porque no se trata de precipitar discusión ninguna; se trata de discutir con calma; y buena prueba ha dado de ello el Gobierno, puesto que este proyecto lleva ya discutiéndose dos legislaturas. Siempre ha sido el pensamiento del Gobierno que se discuta, y que se discuta mucho, que se discuta por todas las oposiciones, como se ha discutido. ¿Recuerda la Cámara que haya habido jamás un debate más amplio en la totalidad de una ley, que el que ha tenido lugar en la totalidad de las reformas militares? ¿Recuerdan los Sres. Diputados que jamás sólo un cuarto turno haya consumido cerca de veinte sesiones? ¿Recuerdan los Sres. Diputados que en ninguna ley, como ha sucedido en ésta, con motivo de la [3098] discusión de la totalidad, de un turno, o de un artículo, se haya discutido toda la ley y todos y cada uno de sus artículos? ¡Si ha durado, Sr. Castelar, el debate de las leyes militares más que el de todas las Constituciones que se han hecho en España! Por consiguiente, S.S. no hace bien en lanzar ciertas indicaciones respecto a la premura con que llevamos los debates. Es verdad que ha habido países en que las reformas militares han estado más tiempo en las Cortes; pero que hayan sido más discutidas que éstas, no ha habido ninguna reforma militar en ninguna parte. Pero, además de esto y después de esto, ¿es que el Gobierno quiere que no se discutan? No; el Gobierno desea todo lo contrario. Lo que no quiere el Gobierno es que se discuta inútilmente; lo que no quiere el Gobierno es que se pase el tiempo con esterilidad completa; lo que no quiere el Gobierno es que se emplee y realice el obstruccionismo, porque esto que no es bueno para las reformas militares, no lo es tampoco para las demás leyes, y cede en gravísimo daño del sistema político que nos rige.

De cualquier modo, cualquiera que sea el concepto que cada cual haya formado de las reformas militares, nadie podrá dudar, señores, son notoria injusticia, nadie podrá dudar de la buena fe y del patriotismo con que el Sr. Ministro de la Guerra las ha presentado y las mantiene, ni de la sinceridad con que el Gobierno las ha aceptado y las cobija, ni de la buena fe, la inteligencia, el entusiasmo, y diré hasta la pasión con que la Comisión las ha estudiado, las ha presentado y las ha defendido.

Por consiguiente, no hay cuestión, Sres. Diputados; yo me he tenido que extender en algunas consideraciones respecto de las reformas militares, porque a ello me obligó el discurso del Sr. Romero Robledo; por lo demás, estábamos todos conformes. El precepto constitucional obliga, mientras circunstancias especiales o de tiempo no imposibiliten los debates, el precepto constitucional obliga a la discusión de los presupuestos de la Península y de Ultramar; pero al mismo tiempo el Gobierno no puede conceder preferentemente la exclusiva a estos objetos cuando crea que todavía hay tiempo para discutir otras reformas. Y esto, naturalmente, lo ha de decidir el Gobierno con la Mesa.

Es más; si tomáramos el acuerdo de que sólo nos ocupásemos de las cuestiones económicas, estando tan adelantada como lo está la estación, habiendo días en que no pudiera asistir al Congreso el Ministro de Hacienda, como hoy mismo sucede, porque ha ido al Senado por una cuestión económica; teniendo, repito, el Sr. Ministro que alternar en las discusiones de este y del otro Cuerpo Colegislador, podría darse el caso de que no adelantáramos gran cosa en la aprobación de cualquier proyecto; y por eso el Gobierno, dando la preferencia que las circunstancias exigen a las cuestiones económicas, y sobre todo a aquellas que han de ser aprobadas a plazo fijo, cree también que debe dar la misma preferencia a las cuestiones militares sobre toda otra cuestión, en cuyo sentido el Presidente ha acordado, mientras el tiempo lo permita, que alternen las reformas militares con las cuestiones económicas, según el acuerdo adoptado por los representantes de las minorías; sin perjuicio de que cuando el tiempo apremie, para que las cuestiones económicas queden aprobadas, las Cortes se dediquen exclusivamente a su resolución. [3099]



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